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Historia

La Asamblea Constituyente de Túnez

Popularizada en los años 1920 por el jeque Abdelaziz Thaalbi, fundador del Partido Liberal Constitucional, y retomada y desarrollada a partir de 1934 por el padre de la independencia Habib Bourguiba, la noción de destour (Constitución) sirve como vehículo de afirmación de la identidad política tunecina. Comprendida como un modo de acceso a la modernidad jurídica e institucional, se inscribe entonces en ruptura con el orden colonial y con el absolutismo del Bey. Pero los nacionalistas sólo empezaron a formular claramente la exigencia de una Asamblea Constituyente cuando llegaron a las puertas del poder.

El Congreso de Sfax del Neo Destour, el partido fundado y presidido por Bourguiba, organizado en noviembre de 1955, dio un impulso político decisivo al invitar al gobierno “a realizar elecciones generales democráticas de urgencia para las municipalidades y para una Asamblea Constituyente”. Unos meses antes, en junio, había entrado en vigencia la autonomía interna del país, negociada bajo la égida del líder tunecino y el presidente del consejo francés Pierre Mendès-France, para gran perjuicio de un ala radical del partido dirigida por Ben Youssef, la cual reclamaba “la independencia total e inmediata” de Túnez y preconizaba que se retomara la lucha armada. Bourguiba intentó desarticular la fronda logrando que los congresistas votaran una moción solicitando la elección de una Asamblea Constituyente. Un golpe doble: puso a Francia frente al hecho consumado, volviendo a poner en el corazón de la actualidad la cuestión de la independencia, y les ganó de mano a sus detractores...

Pero aún faltaba superar las reticencias del Palacio: el Bey de Túnez, Sidi Lamine, temía –y con razón– verse despojado de sus prerrogativas por una Asamblea prometida a los “destourianos”. Por lo tanto, multiplicó las maniobras dilatorias y se negó, en un primer momento, a dar curso al voto de los congresistas. Pero la relación de fuerzas se inclinó a favor de los nacionalistas y, el 29 de diciembre, el viejo monarca se vio prácticamente forzado a firmar el decreto que convocaba a los electores para el 25 de marzo de 1956. Sin embargo, intentó salvar lo que podía ser salvado, limitando las prerrogativas de la Asamblea Constituyente y asignándole una misión bien definida: “dotar al reino de Túnez de una Constitución” (2).

Las modalidades del voto se definieron el 6 de enero de 1956: se trataría de un escrutinio de lista mayoritaria, con una sola vuelta en cada una de las dieciocho nuevas circunscripciones electorales del país. Organizadas cinco días después de la firma en París del Protocolo de Independencia, el 20 de marzo de 1956, las elecciones terminaron convirtiéndose en un plebiscito, con una tasa de participación que alcanzó el 85%: el Frente Nacional se apoderó de los noventa y ocho cargos en juego (3). Bourguiba, electo con el 100% de los votos en su feudo de Monastir, y desde entonces en una posición de poder, pudo dedicarse por completo a implementar su programa. Pero, aun antes de pensar en sentar las bases de un Estado y una sociedad modernos, debía consolidar la independencia, que entonces sólo existía en los papeles. La Asamblea Constituyente lo ayudaría a cumplir este objetivo.

Al firmar el protocolo, Francia puso fin a la ficción del Protectorado: dio su consentimiento para que los tunecinos administraran libremente sus asuntos interiores, pero seguía mostrándose reticente a cederles la responsabilidad de la diplomacia, la defensa e incluso el mantenimiento del orden. Los funcionarios franceses, que no fueron repatriados, y cuyo número excedía ampliamente el de los funcionarios nacionales, seguían conformando la parte central del aparato administrativo de Túnez. Independencia o no, aún había cincuenta y seis mil soldados tricolores desplegados en el país. La urgencia, entonces, para la Asamblea Constituyente, era salir de esa detestable situación intermedia, llevando a cabo un (...)

Artículo completo: 2 015 palabras.

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Samy Ghorbal

Periodista.

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