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Lucha por educación pública gratuita y de calidad

La verdadera potencia de la demanda estudiantil

Luego de meses de conflictos y movilizaciones, con miles de jóvenes, profesores, padres y madres de familia en las calles, se ha instalado una demanda colectiva que unifica las voces de un movimiento multiforme, que ha logrado, en todos los estudios, un apoyo aplastante y mayoritario.

Los estudiantes instalaron una agenda de tres puntos distintos, pero interdependientes entre sí: fin al lucro, gratuidad y calidad en la educación. Es una demanda típicamente chilena, tal como lo constataron los dirigentes de la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), en su gira a Europa. Pedir que las instituciones educativas no lucren con recursos estatales, o que la educación pública sea gratuita se escucha fuera de Chile como un reclamo inimaginable, sacado de una novela de Dickens o Víctor Hugo. O propia de un “sistema escolar concientemente estructurado por clases sociales”, como dijo el informe de la OCDE en 2004. Porque hasta el terremoto de 2010, incluso Haití, el país más pobre del hemisferio, poseía una universidad pública y gratuita. La educación suele ser un motivo recurrente de conflicto social y político en muchos países pero en ninguno esto se expresa con el grado y la intensidad que afecta a Chile. Porque este es un país que representa la “estación terminal” en un itinerario que va desde los modelos educativos más centralizados en el Estado, como Finlandia o Corea del Sur, hasta el modelo chileno, que parece diseñado para extinguir en un futuro no muy lejano cualquier rastro de educación pública.

Consultado por su posición, el presidente Sebastián Piñera se manifestó contrario al concepto de “Estado docente” y partidario de lo que llamó “sociedad docente”. Trató así de hacer un guiño a lo que el premier británico David Cameron ha llamado “La gran sociedad”. En el contexto inglés se trata de un giro en el Partido Conservador, que en los años 80 expresaba en boca de Margaret Thatcher que “la sociedad no existe, sólo los individuos”. Cameron corrigió esta visión y sostuvo que los ciudadanos, en su vida cotidiana no necesitan recurrir al Estado en busca de respuestas a sus problemas. Son libres y potentes para ayudarse a sí mismos y a sus propias comunidades. Por lo tanto su propuesta fue fortalecer a la sociedad civil y al voluntariado para que se lance a la creación de nuevas escuelas, a la capacitación para el trabajo, a la fundación de organizaciones benéficas y a una gran cantidad de iniciativas de bien común. Obviamente, este recurso a la filantropía civil trata de justificar la reducción de la inversión pública. Pero en un sentido abstracto, la gran sociedad de Cameron es una idea de raigambre Tocqueviliana, que apuesta por la acción cooperativa y ciudadana.

Fiscalización

Un país que podría ejemplificar este rol activo de la sociedad civil en la gestión educacional es Holanda, donde tradicionalmente conviven muy armoniosamente la escuela pública con los llamados “colegios especiales religiosos”, que son financiados por el Estado y poseen grados importantes de autonomía metodológica y curricular. Este modelo salvó al país de los conflictos entre una mayoría indiferente a lo religioso, con los católicos del sur, las diferentes iglesias de raíz calvinista del norte y los nuevos inmigrantes musulmanes. Una familia de Amsterdam tiene la capacidad de elegir entre una escuela protestante con método Montessori, una escuela de inspiración islámica, con énfasis en el aprendizaje por competencias o una escuela pública con orientación artística. Y (…)

Artículo completo: 1 778 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de noviembre 2011
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Álvaro Ramis

Teólogo, especialistas en Ética Aplicada, ex presidente de la FEUC.

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