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Tambalea la estabilidad del Banco Central Europeo

En el primer piso del Banco Central Europeo (BCE), en ocasión de su última conferencia de prensa en Fráncfort, Jean-Claude Trichet entona –en inglés– su estribillo sobre las “reformas estructurales”. Lo hace de memoria, sin dudar: hace ocho años, en su primera intervención como presidente del BCE ante los medios de comunicación, ya abogaba por “reformas estructurales en el mercado laboral”. Esa cantinela no tiene (casi) nada de personal. Su antecesor, Wim Duisenberg, ya la salmodiaba todos los meses. Y así, desde el lanzamiento del euro…

El jueves 8 de septiembre de 2011, el estribillo se vuelve más preciso; a pesar de una lenguaje quizás abstruso: “Es necesario eliminar las cláusulas de indexación automática de los salarios y potenciar los convenios a nivel de empresa a fin de que los salarios y las condiciones laborales puedan adaptarse a las necesidades específicas de las empresas. Estas medidas deberían ir acompañadas de reformas estructurales, particularmente en los servicios –incluyendo la liberalización de las profesiones de acceso restringido– y, en los casos en que resulte apropiado, la privatización de los servicios suministrados actualmente por el sector público, facilitando con ello el crecimiento de la productividad y apoyando la competitividad”.

El diputado europeo Verde, Pascal Canfin, presente entre la asistencia, murmura: “Parece el Politburó de la Unión Soviética unos meses antes de su caída. Es la repetición de un mismo discurso, de la misma jerga, desconectada de la realidad”.

El vicepresidente de la Comisión Especial sobre Crisis Financiera, Económica y Social del Parlamento de Estrasburgo prosigue: “Se trata de una agenda íntegramente ideológica, que no tiene ninguna relación con las causas de la crisis. No veo de qué manera flexibilizar el mercado laboral, desintegrar los servicios públicos o privilegiar los acuerdos de empresa por sobre el derecho laboral constituiría una respuesta a la desreglamentación financiera. Los dirigentes del BCE despliegan el programa del Fondo Monetario Internacional (FMI), con sus planes de ajuste estructural, que fracasaron ampliamente. Pero poco importa, se vuelve a empezar”.

Eterno discurso… Entonces, ¿nada nuevo bajo el sol de Fráncfort? Sí. Pero no en las palabras, sino en los hechos. Porque hoy el BCE dispone de los medios para transformar sus ideas en realidad, mucho más allá de la política monetaria. Sus expertos –junto con otros misioneros de la amada “troika”, los del FMI y de la Comisión Europea– se imponen como gobiernos bis en Atenas, Dublín, Lisboa. Ponen a los ministerios bajo tutela, enuncian sus “quince mandamientos”: extender el desempleo técnico, reducir las jubilaciones agrícolas, disminuir el gasto público, etc. Hasta esta carta, enviada por Trichet y su sucesor, Mario Draghi, al presidente del Consejo Italiano Silvio Berlusconi, en la cual –según Le Figaro– “el BCE pide que se flexibilicen los procedimientos de despido”, pero también que “se privilegien los acuerdos en el seno de las empresas por sobre los convenios sectoriales negociados a escala nacional”, “se privaticen las sociedades municipales (transporte público, servicios de limpieza, provisión de electricidad)”. Para marcar su preocupación democrática, ambos banqueros centrales recomendaron “proceder por decreto, de aplicación inmediata, y no mediante proyecto de ley, que el Parlamento siempre tarda en aprobar”. “De facto, el BCE pone bajo tutela a Italia”, titulaba el periódico, mientras el ex comisario europeo Mario Monti denunciaba un “potestatis extranjero” (1).

En este caso, ya no se trata de “consejos”, aun insistentes, ni de un simple “mensaje” –como pretenden los dirigentes del Banco, profesionales del eufemismo-. Sin embargo, ¿puede hablarse de “órdenes” o de “diktats”? Se trata, para ser más precisos, de condiciones.

“Hasta aquí, el BCE no tenía ningún poder para pesar de verdad –analiza Clément Fontan, investigador en Ciencias Políticas–. Básicamente, el banco hablaba, los dirigentes políticos lo escuchaban a medias, más o menos distraídos, pensando: ‘bueno, es normal, es el BCE, son conservadores, escuchémoslos, démosles el placer’. Llega la crisis: los mercados financieros atacan países de la zona euro. Al principio, el BCE se niega a ayudarlos, inmovilizado por su dogma de independencia y de no intervención. Ante la presión de los gobiernos y de los bancos, en medio del pánico generalizado de los mercados, termina por ceder.” Así, el banco se ve obligado a rescatar los bonos del Tesoro de los Estados en dificultad. Pero impone sus condiciones: los países afectados se verán obligados a aplicar las “reformas estructurales” que el BCE siempre preconizo. “Estamos en una situación tipo Argentina- FMI a fines de los años 1990, en la que el prestamista ejercía una fuerte presión sobre el prestatario para asegurarse de que aplicara las reformas consideradas como ‘buenas y necesarias’. Al final, la crisis fue una ventana de oportunidad para el BCE”, concluye Fontán.

“Ventana de oportunidad”: expresión que utilizan los analistas del Banco Central. Y todos, aun los más críticos, consideran a Trichet “un gran político”. De hecho, sus oponentes lo señalan como “el único verdadero dirigente europeo”: supo aprovechar esta “oportunidad”, deslizarse por esta “ventana” abierta por la toria para extender su poder personal y el de su institución.

Esperamos al gran tesorero en lo alto de la Eurotower, con vista panorámica sobre los edificios aledaños –la Commerzbanktower, la Dresdnerbank-tower, las torres gemelas del Deutsche Bank–, en esta capital del capital alemán, la “ciudad de los bancos”, también llamada “Bankfurt”. Donde no fue casual que se instalara el BCE. Es aquí, detrás de esta mesa redonda, en esta sala del piso 36, donde los diecisiete gobernadores de los bancos centrales nacionales –francés, alemán, eslovaco, etc.– se reunieron esta mañana y decidieron “mantener las tasas sin cambio”. El Presidente se sienta en el sillón que pronto abandonará. Como para abrir una reunión del Consejo, agita la campanilla delante de él.

–“Hace un rato, en una conferencia de prensa, usted reclamó acuerdos empresa por (...)

Artículo completo: 3 118 palabras.

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Antoine Dumini y François Ruffin

Periodistas.

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