El mercado farmacéutico chileno contiene todos los males de una industria concentrada, monopólica y desregulada. Sus víctimas sobrepasan a los enfermos y golpea a una sociedad desprotegida ante la voracidad de las empresas locales y las grandes corporaciones. No hay salud.
Araíz del vergonzoso episodio de la colusión de las farmacias, diversos sectores de la sociedad civil han reparado en la necesidad de poner atención a cómo los chilenos acceden a medicamentos.
Para poner atención en este “mercado”, es necesario no tan sólo revisar las interacciones que se producen a nivel de la dispensación en las mercantilizadas oficinas de farmacia -que cada vez se alejan más de ser recintos de índole sanitario- sino además se debe revisar el marco regulatorio que ha permitido este desarrollo que reproduce desigualdades e inequidades propias de nuestra sociedad.
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