Por segunda vez en cincuenta años, Naciones Unidas aprobó el 23 de diciembre de 2011 un presupuesto en baja para el período 2012-2013. Mientras muchos Estados no dudan en evitarla, la Organización parece buscar su camino en una geopolítica en plena mutación.
El contraste impresiona desde que uno llega: comparada con el “Palacio de Cristal” en Nueva York, al que las cuestiones de la paz y la seguridad confieren cierta solemnidad, la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Viena hace pensar más bien en una pequeña aldea estudiosa. Allí, 4.000 funcionarios atareados recorren los pasillos engalanados con obras de arte de un gusto desigual (pero provenientes de todo el mundo) y fotografías gigantes de los Cascos Azules en acción. “Trabajamos para las agencias técnicas de las Naciones Unidas”, repiten de manera casi defensiva, para enfatizar la diferencia con el carácter más político de los organismos de Manhattan.
La capital austríaca es, junto con Nueva York, Ginebra y Nairobi, uno de los cuatro cuarteles generales de la ONU. A pocas estaciones de subterráneo de los edificios señoriales de la antigua ciudad imperial, en un edificio en forma de estrella que huele a las décadas de 1960-1970, el Vienna International Center (VIC) acoge a no menos de diez organismos (véase recuadro). Francia envía a Viena tres embajadores permanentes –ante Austria, ante la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OCSE) y ante la ONU–, mientras que los demás países en su mayoría “se limitan” a dos...
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