“No basta percibir la necesidad de un cabio: para que los oprimidos se movilicen y organicen, tienen que también percibir que además de necesario el cambio es posible, que su protesta puede ser coronada con el éxito, que es no sólo justa sino realista”.
Atilio Borón. Marzo 2012
No es novedad para nadie que estamos ante un nuevo escenario político. El simple hecho que más de un millón de personas haya participado en algún tipo de manifestación durante estos últimos quince meses, y muchísimas más –alrededor del 80 por ciento de la población- estuviera de acuerdo con dichas movilizaciones, demuestra que el rostro de Chile ha cambiado.
Se trata de un proceso que carga con varios años a cuestas. Las movilizaciones pingüinas, las huelgas de los trabajadores forestales, mineros, temporeros y salmoneros, las movilizaciones y paros de los portuarios y de los pescadores. Las manifestaciones de los deudores habitacionales, de los profesores, funcionarios públicos, y de los artistas. La permanente lucha digna y aguerrida del pueblo mapuche, las movilizaciones en contra de proyectos como Pascua Lama e HidroAysén, las demandas regionales de Magallanes, Calama y Dichato. La histórica movilización de los estudiantes el 2011 y el emblemático Aysén, son una comprobación de ello.
No cabe ninguna duda: el pueblo chileno está despertando.
Pero ante esto, como izquierda tenemos aun grandes desafíos, porque cargamos con errores y debilidades.
Un despertar del pueblo –objetivo permanente de los sectores que buscamos construir una sociedad justa y solidaria- debiera significar el comienzo de una etapa en donde la izquierda logra ser la protagonista, en donde su proyecto, su fuerza y sus liderazgos son capaces de impulsar la construcción de una nueva sociedad. Pero lamentablemente, hoy en Chile eso aún no se ve muy claro. Y corremos un riesgo: que este despertar sea una vez más acallado con proyectos poco ambiciosos y certeros, poco honestos y viables. Y que por tanto entremos a un nuevo período de confusión, de inmovilismo, de frustraciones y conformismo. Por eso hoy día se nos presenta una labor urgente: despertar como izquierda chilena, porque al parecer seguimos dormidos, o por lo menos somnolientos, y por tanto caminando a tientas.
Batalla de ideas
Hoy pecamos de sectarios, algunos de marginales. Pecamos muchas veces de ingenuos y de poco hábiles, nos cuesta distinguir dónde están los adversarios y diferenciarlos de los enemigos, nos cuesta dar grandes saltos y nos entrampamos en los pequeños pasos.
Para superar aquello, el despertar de la izquierda debe apuntar a construir una nueva fuerza, que se levante y organice en base a las tareas que nos depara este período. ¿Pero cuáles han de ser dichas tareas? A continuación se esbozan las que consideramos las más relevantes.
En primer lugar, una tarea que tenemos es la disputa ideológica. Pero no esa disputa que tanto nos acomoda sobre (…)
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