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Fotografía china contemporánea

Con el cabello enmarañado, como un reflejo de la meseta tibetana de donde es originario, Mo Yi espira en la niebla el humo de su cigarrillo, con la arrogante indolencia de los sabios viejos. La bruma es a menudo su reino. ¿Problema de velocidad de obturación frente a los rápidos cambios sociales? “Recurro a la bruma cuando no sé cómo expresar las cosas”, dice el fotógrafo. Y más cuando “las cosas” provocan severos ajustes de parte de las autoridades. ¿Acaso estas últimas no denunciaron, en la década de 1980, sus fotografías de rostros resignados, en las antípodas de las caras sonrientes que había impuesto la gran narrativa maoísta? Durante la Revolución Cultural (1966-1976), esta doble visión le hubiera valido una “reeducación” despiadada. Pero en la relativa apertura de los años previos a la represión del movimiento estudiantil, el 4 de junio de 1989, Mo reemplazó la autocrítica por una pregunta más teórica: para ver el mundo tal como es, ¿no sería mejor fotografiarlo sin verlo? Nuca, espalda, pantorrillas: Mo fija una cámara a todas esas partes inaccesibles a su propia luz y dispara el obturador cada cinco pasos. Y si bien el encuadre es insólito, reaparecen los mismos rostros tristes. La conclusión es inapelable.

Entre 1966 y 1976, sólo las montañas podían encuadrarse sin supervisión: su grandeza era un argumento a favor de un patriotismo natural. Informativa o artística, la fotografía debía servir un único propósito: construir la imagen realizada del realismo revolucionario a través de las tres caras triunfantes del campesino, el soldado y el obrero...

Artículo completo: 284 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de enero 2013
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Philippe Pataud Célérier

Periodista.

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