El futuro de los alauitas, la minoría a la que pertenece la familia del presidente Bachar Al-Assad y que representa alrededor del 10% de la población del país, es uno de los desafíos de los actuales enfrentamientos en Siria.
Los miembros de la comunidad alauita se reparten entre su cuna histórica, en la montaña que bordea el litoral mediterráneo, y ciudades como Damasco u Homs, donde se instalaron numerosos inmigrantes. Su doctrina, ligada al chiismo, formó un grupo aparte, con convicciones muchas veces –hasta hace algunas décadas– alejadas del islam. Algunos de los inmigrantes se urbanizaron e “islamizaron” su práctica religiosa. Otros conservaron tanto su modo de vida rural como sus creencias esotéricas. Existen pocos datos confiables disponibles sobre este tema. Bajo el poder de la familia Assad, el tema siempre fue tabú: nadie se atreve a hablar en público acerca de los alauitas. Y es así como fueron apodados “alemanes”, por la consonancia que en árabe tienen las dos palabras (‘alawiyyin y almaniyyin).
Hoy en día, los analistas se preguntan: ¿se van a dividir? ¿desolidarizar del régimen? Pocos alauitas se unieron a la oposición por temor a verse excluidos de su comunidad, ya que se combinan ante todo el terror a las represalias y la convicción de que nadie puede representar una solución de recambio creíble, económico o político, en el clan Assad. Una larga historia de disidencia religiosa, persecuciones y represión explica en parte las dudas de los alauitas, quienes, hace un siglo, eran llamados nusayrís...
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