Balcánica, Grecia está compuesta por penínsulas que, encastrándose unas en otras, dibujan una geografía fractal. De la entrada a los golfos egeos a la de las bahías jónicas, de las cimas del Pindo a las de los montes Ródope, de llanuras a cabos y de cabos a islas, el territorio se caracteriza por los caprichos de su naturaleza, que los hombres tuvieron que dominar y acondicionar. Durante algún tiempo, sacar a Grecia de su situación de enclave fue una de las prioridades de la Unión Europea. Al costado de las rutas, los batallones de carteles con los colores de Europa –ornamentos característicos de los paisajes de las periferias– lo atestiguan.
Pero en tiempos de austeridad, las barreras y las discontinuidades espaciales se refuerzan. En dos años, la privatización de las compañías de transporte nacional, la eliminación de ocho importantes líneas ferroviarias, la disminución de las subvenciones públicas destinadas a asegurar las relaciones entre el continente y las pequeñas islas, el alza del precio de los pasajes y de la bencina, combinadas con la disminución de ingresos, amenazan con acentuar las desigualdades territoriales...
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