La preocupación de las grandes potencias por la salud mundial no se debe ni al altruismo ni a la filantropía, más bien obedece a intereses económicos y geopolíticos. Los grandes desafíos para las próximas décadas se concentran en África.
En el año 2000, ciento noventa y tres Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y veintitrés organizaciones internacionales fijaron ocho “Objetivos de Desarrollo del Milenio” (ODM): alcanzar, de allí a 2015, “niveles mínimos de progreso” en materia de reducción de la pobreza, el hambre y las desigualdades, y una mejora en el acceso a la salud, al agua potable así como a la educación.
Desde el inicio, la entonces directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Gro Harlem Brundtland, identificó una prioridad: conseguir financiamientos a la altura del desafío. Y le confió a Jeffrey Sachs, asesor especial del Secretario General de la ONU, Kofi Annan, la comisión “Macroeconomía y salud”, dirigida a aumentar las inversiones a favor de la ejecución rápida de los ODM de la salud.
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