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Golpismo, militares constitucionalistas y herencia dictatorial

Democratizar las FF.AA. sigue pendiente

La continuación de la reconstrucción democrática iniciada en 1990 implica que ésta no se detenga en las puertas de los cuarteles, donde justamente se inició la dictadura. ¿Cómo transformar en democráticas las Fuerzas Armadas que en 1973 destruyeron las instituciones republicanas y consideraban “enemigo” a buena parte de la ciudadanía? Una respuesta a esa pregunta –fundamental- la tienen sin duda los militares que, arriesgando bastante más que la carrera, se mantuvieron apegados a la democracia y al humanismo en 1973. Sin embargo, ninguno de los cinco gobiernos post dictadura ha emprendido la necesaria democratización de las Fuerzas Armadas. Al contrario, el imponente monumento al almirante Toribio Merino, erigido en 2002 en Valparaíso, indica que los futuros oficiales navales siguen siendo educados en la glorificación del golpe.

Si hoy resulta indiscutible que el alzamiento de hace 40 años fue perpetrado por civiles y militares, es menos conocida la historia del significativo grupo de uniformados que se negó a participar en él. La mera existencia de esta corriente de militares legalistas, permite afirmar que el golpe no fue perpetrado por las Fuerzas Armadas, sino por una fracción de ellas, descalificando así el mito de la unanimidad exaltado por la propaganda dictatorial.

El importante número de militares que, tres décadas más tarde, introdujo pedidos al Programa de reconocimiento de la exoneración política, da una visión de conjunto. En 1973, militares, marinos, aviadores, carabineros, detectives y gendarmes, totalizaban unos 80.000 hombres. De ellos, 6.070 (7,52%) afirman haber sido excluidos por motivos políticos y 1.319 fueron reconocidos. Esta cifra impresionante representa una gama de comportamientos que va desde inclinarse ante el golpe por disciplina, evitando perpetrar atrocidades, lo que provocó el despido -o cosas peores-, a los intentos de enfrentarlo. Hay sin duda otros que aterrorizados, callaron y ejecutaron.

El Ejército
Aunque no existe aún una investigación global sobre la resistencia al golpe en el Ejército, se conoce la renuncia inmediata del jefe del Estado Mayor de Inteligencia coronel José Ramos y la del edecán del general Prats, y luego de Pinochet, mayor Osvaldo Zavala (1). En Talca, el capitán Jaque informa a su superior que no participará. Al día siguiente el coronel Renato Cantuarias, comandante de la Escuela de Alta Montaña (donde Pinochet instaló a su familia el 11 de septiembre), es arrestado en la Escuela Militar donde oficialmente se suicida, pero existen sospechas que fue forzado, o peor (2)…

Las semanas siguientes se encuentra el cuerpo asesinado del mayor Iván Lavanderos, después de que salvó a prisioneros uruguayos. Otros son detenidos y maltratados por negarse a ejecutar prisioneros. En 2001, los coroneles Efraín Jaña (fallecido en 2009) y Fernando Reveco, el capitán Vergara, los oficiales Florencio Fuentealba, Héctor González, Rudy Alvarado, Jaime Mires (representado por su hijo Cristian), Patricio Carmona y Manuel Fernández (3), introdujeron querellas contra Pinochet y Sergio Arellano por secuestro, asociación ilícita y torturas.

Carabineros
Se sabe que el golpe en Carabineros lo organiza el general Arturo Yovanne quien se amotinó contra sus cinco superiores constitucionalistas. El director general José María Sepúlveda Galindo estuvo con el Presidente en el palacio asediado intentando restablecer su mando sobre su institución. El subdirector, Jorge Urrutia, junto a los generales Rubén Álvarez y Orestes Salinas, también intenta, en vano, imponer la lealtad al gobierno (4). Poco antes Yovanne había contactado a los generales Alfonso Yáñez y Martín Cádiz para proponerles la dirección de la institución si adhieren al golpe. Se niegan (5). Finalmente desciende hasta el sexto grado en la jerarquía donde un oscuro general César Mendoza, calificado de “rastrero” por Salvador Allende, se suma al alzamiento.

Pero los comportamientos de los carabineros antigolpistas son poco conocidos; hay detenidos, vejados y despedidos. Un caso célebre es el de Guillermo Schmidt Godoy, quien tornó su arma contra los dos superiores que le exigían asesinar trabajadores detenidos en el calabozo, y les dio muerte. Es linchado y fusilado en Antofagasta. El Mercurio “informó” que fue condenado por un consejo de guerra que en realidad nunca existió (6). (…)

Artículo completo: 2 070 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de octubre 2013
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Jorge Magasich

Historiador.

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