A 40 años del golpe cívico-militar, la salud pública en Chile enfrenta un déficit estructural de financiamiento, inequidad en el acceso y calidad de atención. Con la dictadura de Pinochet se pierde la salud como derecho y se transforma en un bien de consumo. Con un gasto en salud insuficiente, que alcanzaría este año un 3,5% del PIB, mientras los países de la OCDE en promedio superan el 8%, el Estado chileno, con deuda hospitalaria que alcanza los $103 mil millones, traspasa fondos públicos a prestadores privados que superan los US$1.000 millones al año.
El avance del movimiento popular en sus demandas históricas por una sociedad más justa generó, en la década del 40, el espacio político para la construcción de un proyecto de salud pública con una base técnico científica que se materializó en 1952 con la creación del Servicio Nacional de Salud, un sistema público que incluyó las actividades promocionales, preventivas, curativas y rehabilitadoras, y que aún con sus limitaciones materiales y estructurales fue un ejemplo para América Latina y el mundo, por sus logros sanitarios. Este modelo alcanzó su más alto nivel en el gobierno de Salvador Allende.
El 21 de mayo de 1971 el presidente Allende expuso el marco doctrinario de la política sectorial del gobierno de la Unidad Popular, al señalar en un discurso en el Archivo Nacional, que la salud es antes que nada una cuestión de estructura económica y social, de niveles de vida y de cultura, por tanto garantizar tal derecho es una obligación ineludible del Estado. Advirtió que es el Servicio Único de Salud el camino estratégico capaz de otorgar asistencia médica eficiente, oportuna, igualitaria, continua, suficiente y gratuita...
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