El caso Maquiavelo

Son innumerables los estudios, biografías, coloquios que este año celebraron el quinientos aniversario de El Príncipe. En esa obra, dedicada al arte de gobernar, Nicolás Maquiavelo (1469-1527) expone sin rodeos “en qué consiste la soberanía, cuántos tipos hay, cómo se la adquiere, cómo se la pierde”. De esa manera devela los mecanismos del poder y los fundamentos de la autoridad, lo que le valió una reputación sulfurosa, interpretaciones contradictorias, y convirtió a su obra en “el libro de pensamiento político más leído y comentado” en los últimos cinco siglos.

Escrito en 1513, El Príncipe –que fue puesto en el Index por la Iglesia católica, como todas las obras del florentino desde 1559 hasta fines del siglo XIX– se publicó recién después de su muerte, en 1532. Por lo tanto –hecho poco común– es la fecha de su redacción lo que se conmemora. En 1576 el autor hugonote Innocent Gentillet contribuyó a forjar su mala reputación al inventar el término “maquiavelismo”, que tuvo enorme difusión. Desde Jean Bodin (1529-1596), que lo acusa de haber “profanado los misterios sagrados de la filosofía política”, hasta el sabio y filósofo Bertrand Russell (1872-1970), para quien El Príncipe es un “manual para gángsters”, Maquiavelo es considerado comúnmente como el teórico cínico del poder y de las técnicas de manipulación, aquel que murmura en la oreja de los tiranos...