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Psicotrópicos, hipnóticos, antidepresivos, siesta musical, siesta electrónica...

Las nuevas bondades de la siesta

“Sufro de insomnio, por eso cambiaría colchón de plumas por sueño de plomo.” Este breve aviso de Pierre Dac en L’Os à moelle, de 1938, no puede no llegar directo al corazón, o mejor dicho, al circuito neuronal de un tercio de los franceses que duermen mal. Y que tratan de remediarlo a través del uso considerable de psicotrópicos, esas sustancias que actúan sobre el sistema nervioso central, facilitando los cambios de humor. Los franceses son los consumidores europeos más persistentes de esa química psíquica, que los alemanes desdeñan en masa, sin que sepamos muy bien qué conclusión sacar de ello. Entre esas moléculas salvadoras, los franceses eligen los hipnóticos –o somníferos–, con un fervor que los lleva a encabezar el pelotón de usuarios, justo detrás de los ciudadanos belgas. Los hipnóticos y los antidepresivos tienen mucho en común; esto nos permite presumir, sin gran audacia, que esas noches agitadas tienen más que ver con la preocupación que con la calidad de la ropa de cama. Y dado que la encuesta que estableció ese porcentaje data de 2012, es de temer que la proporción de buenos durmientes tienda a reducirse aún más.

Inesperadamente, se propone hace unos años, con creciente éxito y gran despliegue, un remedio que por lo que parece, no produce hábitos ni efectos secundarios: la siesta artística. Musical, literaria, narrativa…, en ningún caso debe confundirse con el sueñito al que se entrega el espectador doblegado por el aburrimiento, ya que por el contrario, forma parte de esta propuesta artística…

Artículo completo: 280 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de marzo 2014
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Evelyne Pieiller

Periodista.

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