“¡Hace veinte años que dormimos, es tiempo de despertar!”. La fórmula, repetida hasta el cansancio por los manifestantes que cada día se reúnen en todas las ciudades de Bosnia-Herzegovina, refleja claramente el carácter inédito de la movilización.
Hace mucho que circulaba la hipótesis de una explosión social: el desempleo alcanza oficialmente a más del 40% de la población activa, las privatizaciones terminaron en el saqueo de los recursos públicos, y el país sigue dominado por una elite política inamovible y corrupta. Sin embargo, el movimiento parece haber sorprendido tanto a las clases dirigentes como a las diplomacias occidentales que mantienen a Bosnia-Herzegovina en una situación de semi-protectorado tras los acuerdos de paz de Dayton, en 1995.
El pasado 5 de febrero, seiscientos cesantes se reunieron frente a la sede de la administración del cantón en Tuzla. Se les unieron los asalariados de las empresas privatizadas durante la última década y declaradas luego en estado de liquidación, así como simples ciudadanos, muchos de ellos jóvenes. De inmediato aparecieron dos reivindicaciones: la reconsideración de las privatizaciones fraudulentas y la renuncia de los hombres políticos responsables de esa situación…
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