“Dame de nuevo mi cielo azul, viejo hombre de la cara blanca. Dame de nuevo mi nube blanca, viejo espíritu que blanquea de canas. Dame de nuevo mi sol caliente; pónmelo en el medio del cielo, antiguo espíritu. Sí, hoy yo vengo a suplicarte, favoréceme, pues”. Invocación [mapuche] para pedir el buen tiempo, en Gabriela Mistral, Algunos elementos del folklore chileno, 1938.
Un historiador reciente ha dicho que los Mapuche o araucanos tienen escasa cultura. ¿Cómo es posible decir algo semejante? En una oportunidad escribió Adalberto Salas: “[Los] hispanos podemos desenvolver perfectamente nuestra existencia ignorando a la sociedad mapuche y a su lengua […].” Esa ignorancia puede repetirse al infinito. Lo elemental es superar esa indiferencia para alcanzar el sentido de la cultura y los valores éticos de la vida Mapuche.
Fuentes mapuches y no-mapuches confluyen para su reconocimiento. Entre estas últimas destacan las obras de R. Lenz, y F. J. de Augusta a principios del siglo pasado. Entre las fuentes mapuches son imprescindibles, entre muchas otras, las investigaciones culturales y lingüísticas desde M. Manquilef a M. Alonqueo. Con todas ellas es posible reconstruir su vida y su originalidad con respecto a Occidente. Alonqueo enseña a comprender la naturaleza humana especialmente afectuosa y amable de los Mapuche. Lo dicen estos verbos o acciones: ‘Tener consideración con su prójimo, respeto de la dignidad humana, tener buen propósito de iniciar algo bueno a favor del prójimo’ (duamniechen, duamnien), ‘confiar en, tener esperanza, sentirse apoyado y consolado por una persona’ (fütalwün), ‘condolerse uno con otro, ayudarse mutuamente en el dolor’ (lladküñmawün), etc.
El amor entre los padres e hijos es particularmente notable para los Mapuche. Una religiosa benedictina, María Inés Hilger, concluyó en 1957: “Ambos padres son muy cariñosos con sus hijos. Una mujer se sentó junto a nosotros sosteniendo en su regazo a su bebé de dos años, (3) […]. Ella abrazaba al bebé, le acariciaba el pelo, constantemente lo miraba con cariño y le daba largos besos diciendo, ¡Ellaken!, lo que significa ‘¡Dulzura, sería capaz de comerte entero!’ […]. Es muy poco común que se les llame la atención y rara vez se les pega o castiga [a los niños].” Un estudio reciente confirma otro tanto: “Otro hecho que describe muy bien el gran amor que las familias mapuches sienten por los niños es la adopción generalizada y espontánea de aquellos que por diversas (…)
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