“Irán siempre intervino en los asuntos de Arabia Saudita. En 2003, la luz verde para los ataques de Al Qaeda contra el reino vino de Teherán.” Nuestro interlocutor, profesor en la Universidad de Riyad, parece estar seguro de lo que dice y se muestra impermeable al carácter poco probable de esta alianza entre un régimen chiita y una organización sunita que no esconde su odio hacia los “herejes”. Y no es el único que profesa estas teorías. En el diario Asharq Al-Awsat (12 de febrero), propiedad de la familia real saudí, el influyente editorialista Tareq Homeid llamaba a Estados Unidos a reconocer que Irán era el principal padrino de la organización fundada por Osama Bin Laden.
¿Es la sensación cada vez mayor de asedio lo que explica estas extrañas especulaciones de muchos de los responsables saudíes? “La inestabilidad se extiende en cada una de nuestras fronteras. Y, detrás de ella, vemos la mano de Irán”, prosigue el profesor. Inestabilidad en Irak, primero: los contactos entre Riyad y el Gobierno de Nuri Al-Maliki están prácticamente rotos. Luego, en Bahréin, donde la revuelta, siguiendo los pasos de las “primaveras” tunecina y egipcia, fue asimilada a un intento de desestabilización proveniente de Teherán, antes de ser reprimida con la ayuda de las tropas saudíes en marzo de 2011. Por último, en Yemen, donde una fronda regional (llamada “huthista” por el nombre de su fundador, Hussein Badreddin Al-Houthi), con causas ante todo internas, es atribuida a oscuras maniobras de la guardia revolucionaria iraní…
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