Mucho se ha escuchado desde el 2011 sobre la existencia de un nuevo ciclo político que se inicia en Chile, pero poco se sabe o dice sobre qué sería lo efectivamente nuevo de este ciclo; ¿hablamos todos lo mismo cuando decimos que se abre un nuevo ciclo? Para responder esta pregunta será esencial entonces saber qué caracteriza al supuesto “viejo” ciclo político y cuál es el carácter que disputa por emerger para constituirse en lo “nuevo”.
Cuando hablamos de un ciclo político con el que queremos terminar nos referimos a los términos de la política sintetizados en el pacto de la llamada “transición a la democracia” y que ha sido fuente de la denominada “gobernalidad” ya por más de dos décadas: la política de los consensos entre Concertación y derecha; lo irrebatible del modelo neoliberal, que redujo la discusión política a su mera administración, y la exclusión del Estado como mecanismo de resolución de conflictos y demandas de los sectores subalternos, construyendo un mercado encargado de mediar prácticamente la totalidad de las relaciones sociales. Al punto que en la actualidad todo conflicto social -salvo interempresarial- es reducido a un “conflicto entre privados”, omitiendo la conformación de interés general o espacio de lo público que estos conllevan, negando en definitiva el acceso a la construcción del Estado...
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