El carnaval trágico

La gran tragedia de Karl Kraus sobre la Primera Guerra Mundial, Los últimos días de la humanidad, fue escrita a lo largo de casi siete años. A menudo se comete el error de creer que la postura del autor sobre la guerra, desde el comienzo del conflicto y durante toda su extensión, se asemeja a la que defiende el personaje del Criticón (der Nörgler) en la confrontación con el Optimista (der Optimist). En realidad, la orientación política de Kraus, así como su percepción sobre la cuestión de las responsabilidades en el desastre cambiaron de manera muy significativa. Edward Timms lo señala en su biografía: “La obra no expresa un único punto de vista del autor, sino que refleja la reorientación radical de Kraus bajo la presión de los acontecimientos. Fue concebida inicialmente a partir de esa ‘postura conservadora’ que no fue rechazada hasta octubre de 1917. Las revisiones posteriores reflejan la total desilusión que generaron en Kraus el establishment político austríaco y su apoyo a la causa de la socialdemocracia. Y el proceso de revisión final fue influenciado por su reacción contra los socialcristianos que habían reasumido el poder tras las elecciones de 1920. Es así como una obra comenzada en 1915 por un satírico ‘leal’ fue terminada por un republicano radical con una gran simpatía por el socialismo”.

Efectivamente, Kraus comenzó la guerra, si cabe la expresión, como un conservador más bien respetuoso de las potencias tradicionales –la monarquía imperial, la aristocracia, la Iglesia y el ejército– y la terminó como un republicano convencido, obligado por los acontecimientos a aprender del fracaso de las autoridades en cuestión y del de las élites políticas, intelectuales, morales y religiosas en general...