En un Sudeste Asiático sacudido por las ambiciones económicas y territoriales chinas, Australia denuncia la agresividad de Pekín y parece desempeñar su rol de lugarteniente en el marco de la estrategia estadounidense del “pivote” en el Pacífico. Sin embargo, su inserción en los juegos de alianzas de la región revela un comportamiento real mucho más complejo, marcado por una importante fascinación hacia China.
El 15 de noviembre de 2014, con motivo de la reunión del G20 en Brisbane, el presidente Barack Obama tomó la iniciativa de reunir a sus homólogos japonés y australiano. En las conversaciones informales que mantuvo con Shinzo Abe y Anthony Abbott se concentraron en los problemas de defensa. Los dos hombres, electos respectivamente en 2012 y 2013, representan los pilares del sistema de seguridad estadounidense en el Pacífico oeste, que también incluye a Taiwán y Corea del Sur. Ambos comparten una misma preocupación relativa a las presiones fronterizas que ejerce China sobre sus vecinos.
La posición de Tokio respecto de Pekín es conocida: sigue estando impregnada de una desconfianza que las tensiones renovadas a propósito de las islas Diaoyu/Senkaku no contribuyen a disipar, a pesar de los vínculos crecientes entre las economías de las dos potencias de Extremo Oriente...
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