A cada estación un shock. Tras la anexión de Crimea en primavera, la escalada de sanciones occidentales en verano y la caída brutal del precio de los hidrocarburos en otoño, la economía rusa sufre, desde noviembre pasado, el hundimiento del rublo.
Si bien la anexión de Crimea es interpretada por el Kremlin como un éxito militar y político, el balance económico del año 2014, marcado por la imposición de sanciones occidentales en contra de Rusia, lejos está de ser positivo. La magnitud de la caída del rublo frente al dólar (-42% entre el 1 de enero de 2014 y el 1 de enero de 2015) licuó los avances de poderío económico relativo logrados desde 2009. El país retrocedió del décimo al décimo sexto puesto mundial en términos de Producto Interno Bruto (PIB) al tipo de cambio corriente. Las autoridades apostaban a una inflación reducida del 5%: superó el doble de lo previsto y trepó hasta el 11,4%. El crecimiento debía alcanzar un +3,5%: en el mejor de los casos será nulo en 2014 y dará lugar a una recesión en 2015 (entre -3% y 4,5% según las previsiones del gobierno). La diversificación industrial debía reactivarse: la producción de automóviles cayó estrepitosamente. El líder Avtovaz ya suprimió más de diez mil empleos y prepara nuevos despidos. Si la situación continúa degradándose, nadie duda de que sus competidores seguirán sus pasos...
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