El film estadounidense Selma, recientemente estrenado en Argentina, provocó grandes controversias en su país. Algunos lo vieron como un arma para movilizar a la población negra contra la brutalidad policial; para otros, es una falsificación de la historia que exalta una “comunidad negra” imaginaria.
Coproducida por la animadora de televisión Oprah Winfrey y dirigida por la cineasta Ava DuVernay, Selma pone en escena la campaña que Martin Luther King lanzó en una pequeña ciudad epónima de Alabama para protestar contra la prohibición de votar que regía para los negros en el sur de Estados Unidos. El movimiento concluyó el 7 de marzo de 1965 con una marcha ilegal que llegaba hasta la ciudad de Montgomery y que fue severamente reprimida por la policía. Las imágenes de ese “domingo sangriento” (bloody sunday) dieron la vuelta al mundo y el hecho quedó grabado en las memorias como un símbolo de la lucha por los derechos civiles. Cinco meses más tarde, el Congreso votó una ley que autorizaba a los negros a ir a las urnas: así, la segregación racial desaparecía del derecho estadounidense.
Cuando la película se estrenó en Estados Unidos, algunos periodistas criticaron a DuVernay por no ser fiel a la verdad histórica, particularmente con el retrato que esboza del presidente Lyndon Johnson (1963-1969). La cineasta se defendió aduciendo que no había dirigido un documental y que tenía todo el derecho a expresar su punto de vista artístico. Maureen Dowd, célebre columnista del New York Times, señaló la contradicción inherente a ese tipo de argumentos: “La excusa clásica, ‘sólo es una película’, ya está gastada. Los directores adoran esgrimir su libertad creadora, pero recalcan sistemáticamente la autenticidad porque saben que es un plus para los Oscar”...
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