El mar envenenado o el parque nacional de los barros rojos

En nombre de la preservación del empleo, las usinas de alúmina de Bouches-du-Rhône aprovecharon una moratoria para poner fin a los vertidos de barros rojos en el Mediterráneo. Veinte años más tarde, la polución perdura y el empleo nunca pareció tan amenazado, por falta de soluciones duraderas. Los documentos que presentamos en el expediente demuestran la importancia del desafío sanitario.

Arsénico, uranio 238, torio 232, mercurio, cadmio, titanio, sosa, plomo, cromo, vanadio, níquel: estos son algunos componentes de los “barros rojos” vertidos todos los días de a centenares de toneladas en el mar Mediterráneo. Una tubería construida en 1966 aleja esos desechos a siete kilómetros de las costas, en el corazón de un sitio notable por su biodiversidad que en abril de 2012 se ha convertido en el parque nacional de Calanques. En medio siglo fueron derramadas, a doscientos cincuenta metros de profundidad, cerca de treinta millones de toneladas, que dispersan sus elementos tóxicos del golfo de Fos a la rada de Tolón, agregándose a las aguas contaminadas del Ródano...