El arte de la novela se apodera de la historia

Alrededor del año 2000, la mayoría de los grandes novelistas sintieron la necesidad de encarar temas históricos. ¿Por efecto de una fecha propiciadora de los balances? ¿O por una mutación duradera de la literatura misma, que se apropia de nuevos territorios?

Es una relación complicada, de solidaridad y rivalidad al mismo tiempo, la que une a la historia y el arte de la novela. Si hay un lugar común sobre el asunto, ese sería el que opone la visión objetiva de los historiadores y la subjetiva de los escritores. Pero nada es tan categórico. Los historiadores más lúcidos saben que su disciplina es, por naturaleza, anacrónica, puesto que siempre, necesariamente, el presente determina y da forma a nuestra construcción del pasado; y en sentido opuesto, recae en los mejores escritores producir, en cada caso, efectos de verdad en lo que escapa a los otros sistemas de representación e interpretación –y en particular, a la historia y a sus grandes relatos oficiales-. Más aún: hoy en día, son cada vez más los historiadores que admiten que ellos también construyen un tipo de relato, cuya forma no es inocente, y que incluyen novelas en su campo de investigación, aunque por lo general no sea más que a título de documentos...