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Texas

Pozos de petróleo en los jardines

“Buen día, soy el propietario del subsuelo”, anuncia Richard L. Dockery al guardia, que, en su cabina de plástico, se apura a abrir el portón automático. Aparece entonces una larga ruta terrosa salpicada de pozos de petróleo que se parecen a placas de alcantarillado cuadradas, difíciles de distinguir en la maleza circundante. Gracias a la revolución de la fractura hidráulica (fracking) y el desarrollo del petróleo de esquisto, Dockery se ha vuelto millonario. En Three Rivers, pequeño pueblo de dos mil habitantes en el sur de Texas, como en toda la cuenca de Eagle Ford, el oro negro corre a raudales, sobre todo bajo el terreno de este hombre de cuarenta años.

Como la extracción no produce ningún ruido, Dockery habría podido seguir viviendo en esta residencia. Prefirió mandar a construir una más grande, a algunos kilómetros de ahí, y vender su vieja parcela. Sin embargo, como la ley tejana lo autoriza, sigue poseyendo el subsuelo. A él le corresponden los beneficios del petróleo y las decisiones referentes al yacimiento, incluidas las que afectan a la superficie, como la construcción de un oleoducto...

Artículo completo: 201 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de agosto 2015
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Christelle Gérand

Periodista.

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