Cuando se olvida la historia

La llegada de cientos de miles de refugiados a Europa en los últimos meses ha sido bautizada por los medios de la comunicación como la “crisis de los migrantes”. Se recuerda que se trata del mayor movimiento migratorio en tiempo corto conocido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Se destaca que es la consecuencia directa de la destrucción de los Estados en el Oriente Próximo producto de las intervenciones externas que desequilibran procesos internos de disenso y conflictividad, propios del desarrollo histórico de todo tipo de sociedades. Se plantea que más allá de las guerras civiles actuales, tiene que ver con nuevas y enormes desigualdades que trae la actual etapa de la globalización que pone en movimiento capitales, tecnologías, bienes y servicios, pero ilegaliza los desplazamientos humanos. Todo esto es correcto. Pero hoy queremos hablar de su otra dimensión. El desafío de acoger a los refugiados a su vez pone a prueba a las sociedades potenciales receptoras. Y no solo su capacidad organizativa, sus recursos y su infraestructura. En primer lugar, los sistemas de valores que éstas auto adjudicaron y a partir de los cuales han construido sus identidades.