Desde que proclamó su independencia, en 2008, Kosovo intenta probar su viabilidad y su legitimidad. Pero a esta región enclavada, arrasada por la corrupción y mantenida a flote gracias a la asistencia extranjera, le cuesta obtener un pleno reconocimiento internacional. Para lograrlo, hizo del deporte su principal vitrina.
Reconocido como Estado por más de un centenar de países en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kosovo aún está lejos de suscitar la unanimidad, incluso en la Unión Europea, donde cinco gobiernos objetan su independencia así como los medios que le permitieron alcanzarla. Por ejemplo, en noviembre pasado, fracasó en su intento de ingresar a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), por no obtener el apoyo de los dos tercios de sus países miembros. En cambio, el 9 de diciembre de 2014, fue admitido sin grandes dificultades en el seno del Comité Olímpico Internacional (COI). Sus dirigentes apuestan al deporte para ganar legitimidad, ya que el propio COI se convirtió en miembro observador de la ONU en 2009. En las instancias deportivas oficiales del país, se oponen dos discursos y a veces las negaciones dicen mucho más que las afirmaciones...
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