Fascinados con Silicon Valley

Desde 2008, las desigualdades sociales no cesan de incrementarse en Estados Unidos. El gobierno de Barack Obama se desentiende de la suerte de los trabajadores pobres, mientras otorga privilegios a las empresas tecnológicas de Silicon Valley.

En su discurso sobre el Estado de la Unión de 2011, el presidente Barack Obama presentaba con elocuencia el peso que cargaban los trabajadores del país, esos americanos sin diploma que en otros tiempos habían podido contar con un empleo de por vida y que ahora pagaban muy caro la cuenta de la desindustrialización: ciudades desmanteladas, existencias en ruinas y sueldos famélicos.

Lógicamente, a esa altura del discurso, uno hubiese esperado que el expositor detallara lo que tenía pensado hacer para remediar semejante desastre –lanzar un programa de empleos subsidiados, por ejemplo, o un dispositivo contra las deslocalizaciones–. Pero en vez de hacer eso el Presidente les explicó a los trabajadores que no podía hacer nada por ellos: “Entonces, sí, el mundo ha cambiado. La competencia por el trabajo es una realidad”. La suerte que se les había infligido se resumía a eso: una “realidad”, es decir, algo a lo que sería insensato no someterse...