Luego de su cuarta victoria electoral el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, logró formar un gobierno de coalición a su medida. Desde entonces, se han multiplicado las persecuciones contra organizaciones, artistas o personalidades de izquierda acusados de “traidores” o de “colaborar con el enemigo”.
No pasa semana sin que la derecha y la extrema derecha israelíes pretendan descubrir nuevos traidores. Organizaciones no gubernamentales (ONG) de izquierda calificadas de “topos financiados por el extranjero” que colaboran con “el enemigo palestino”; escritores, artistas, personalidades políticas: en la web, todos tienen derecho al shaming, es decir, a las intimidaciones y las humillaciones, a menudo acompañadas de insultos racistas y de amenazas. En virtud de su oposición a la ocupación de los territorios palestinos, o solamente porque defienden la democracia.
Hasta el presidente del país, Reuven Rivlin, fue víctima de semejante campaña en diciembre de 2015. Tuvo la desgracia de tomar la palabra en la conferencia organizada en Nueva York por el diario de izquierda Haaretz cuando representantes de Breaking the Silence se encontraban en la sala...
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