En 2014, con motivo de la Copa Mundial de Fútbol en Brasil, la empresa italiana Panini vendió nada menos que mil millones de figuritas autoadhesivas con la efigie de los jugadores. En Francia, circularon ciento cincuenta millones de estas imágenes coleccionables, lo que generó un volumen de negocios de setenta y cinco millones de euros. El Campeonato Europeo de Fútbol de 2016 debería dar lugar al mismo desenfreno. Sin embargo, hay una novedad: la propia marca entregó, en 2.720 escuelas primarias francesas, 200.000 álbumes, además de sets de mesa y posters con el calendario de los partidos para los comedores escolares. “En un mundo inquietante, nuestras figuritas reconfortan”, explicó doctamente Alain Guérini, presidente de la filial francesa. La saga de Panini comenzó en 1961, pero se inscribe en una historia muy poco conocida: este tipo de publicaciones constituyó una temible herramienta de propaganda al servicio del régimen nazi. Los álbumes que se proponen hoy, con los retratos de millonarios-mercenarios en camiseta, también vehiculan una ideología. Los “escándalos” incesantes -desde la corrupción endémica en la FIFA (Fédération Internationale de Football Association) hasta los casos más recientes que involucran a jugadores como Karim Benzema o Serge Aurier- permiten dibujar sus contornos: el culto del dinero y el triunfo de la inmoralidad...
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