Tras una sólida elección, Tsai Ing-wen, del Partido Democrático Progresista (independentista), asumió el pasado 20 mayo, sus funciones a la cabeza de la República de China (Taiwán) transformándose en la primera mujer presidenta de ese país. Pekín ve su llegada sin entusiasmo y hasta con cierta hostilidad. Encontrar un equilibrio en las relaciones con la China continental no será su única misión.
La impactante victoria de Tsai Ing-wen y del Partido Democrático Progresista (PDP) en las elecciones del 16 de enero de 2016 marca un giro en la historia política de Taiwán. El Kuomintang había perdido la presidencia entre el 2000 y el 2008, pero siempre había logrado conservar la mayoría en el Parlamento. Se trata entonces de la primera verdadera alternancia desde la democratización, en 1987.
Elegida con el 56,1% de los votos, Tsai cuenta con un sólido mandato popular y una confortable mayoría parlamentaria (68 de las 113 bancas) para poner en marcha su programa y responder a las inquietudes de quienes consideran que la política de acercamiento entre las dos orillas del Estrecho de Taiwán, que sostenía el gobierno saliente del KMT, puso en peligro la soberanía y la seguridad de la isla. Sin embargo, la hostilidad de Pekín podría complicar la tarea de la futura presidente, que entra en funciones el 20 de mayo...
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