La victoria de Hillary Clinton en las primarias demócratas no logró hacer olvidar su impopularidad. Los electores progresistas le reprochan su cercanía con Wall Street, pero no tienen más opción que votar por ella.
En una crónica del 24 de mayo de 2016, el editorialista conservador de The New York Times David Brooks se interrogaba: “¿Por qué Hillary Clinton es tan impopular?”. Más que buscar la respuesta en su balance político, se interesaba por su psicología. “Comenzaré mi explicación con este interrogante: ¿pueden decirme qué hace Hillary Clinton para divertirse?”.
Si a la antigua primera dama le cuesta trabajo seducir, sería ante todo a causa de su temperamento: constantemente absorbida por su carrera, le faltaría alegría de vivir. “Su impopularidad es la de un adicto al trabajo”, afirma Brooks, lo que la “alejaría de las costumbres de la época de las redes sociales, que valorizan la intimidad y la vulnerabilidad”. Esta mansedumbre puede sorprender de parte de un editorialista cercano al Partido Republicano. Pero el rechazo a Donald Trump es tal, que se producen alianzas (en apariencia) insólitas...
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