La vida cotidiana está signada por necesidades biológicas, materiales y espirituales que al ser satisfechas transforman la sociabilidad, el mercado y el medioambiente. ¿Cómo diferenciar entre las necesidades imprescindibles para vivir y las que son sólo un lujo irracional?
La transición ecológica implica tomar decisiones respecto del consumo. ¿Pero en base a qué? ¿Cómo se distinguen las necesidades legítimas, que podrán satisfacerse en la sociedad futura, de las necesidades egoístas e irrazonables, a las que habrá que renunciar? Es la cuestión que aborda el Manifiesto Negawatt, una de las obras de ecología política más alentadoras que se han publicado en el último tiempo, escrito por especialistas de la energía. Un negawatt es una unidad de energía ahorrada (“nega” por negativo). Según los autores, mediante las energías renovables, el aislamiento de edificios, y reduciendo los circuitos económicos, es posible poner en marcha un sistema económico que sea viable desde el punto de vista ecológico a nivel nacional, e incluso a mayor escala. En el estado técnico actual, nuestra sociedad ya contiene importantes “yacimientos de negawatts”.
El consumismo reinante no puede continuar, ya que aumenta sin cesar el flujo de materias primas y el consumo de energía. Además, ya no cabe ninguna duda respecto de los efectos alienantes que produce en las personas. Una sociedad “negawatt” es una sociedad sobria que descarta ciertas posibilidades de consumo por considerarlas como nefastas. ¿Pero con qué criterio?...
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