Mientras que la sociedad industrial generaba perjuicios perceptibles al olfato o la vista, la contaminación electromagnética de la sociedad de la información es invisible e inodora. Sin embargo, los efectos del uso masivo de los medios de comunicación (en particular el teléfono celular), las infraestructuras y los equipos eléctricos no pueden ser ignorados. Su amplitud y regulación merecen la mayor atención.
El uso de ondas no es reciente, pero las técnicas empleadas y su grado de desarrollo nos han llevado a una nueva edad técnica, que empuja a usar del espectro hertziano hasta su saturación. No es exagerado ver en este fenómeno la explotación de un recurso natural limitado, ya que, en un punto dado y en una frecuencia de banda dada, las leyes de la física limitan la posibilidad de emitir señales sin que haya interferencias. Al atribuir autorizaciones de uso de frecuencias a las compañías de telecomunicaciones, los Estados perciben una renta hertziana. La generalización de la telefonía y el internet móvil ha elevado considerablemente las apuestas económicas, estratégicas y financieras.
Una doctrina muy difundida sostiene que, en estos nuevos mercados, es necesario ofrecerles a las compañías una exención de responsabilidad para ayudarlas a asentar su posición, al menos en un primer momento. Por esta razón, la directiva europea sobre el comercio electrónico otorgó a los prestadores de servicios de acceso y almacenamiento de datos inmunidad sobre el contenido vehiculado. Ahora bien, en el mismo sentido, ¿podemos quedarnos satisfechos con esta irresponsabilidad de las compañías, que exponen a la población a ondas electromagnéticas cuya inocuidad no está probada?...
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