Desde los años 80 Seattle, bastión industrial duramente golpeado por la crisis de los 70, comenzó a apostar por el desarrollo de una “economía creativa” sostenida en la capacidad de la ciudad de atraer a los nuevos talentos de las tecnologías. Pero como en toda gran transformación, hay claros ganadores y perdedores.
“El odio no tiene lugar aquí”, “Poco importa de dónde vienes, estamos contentos de que seas nuestro vecino”, “Todos los clientes son bienvenidos, sin distinción de raza, de origen, de orientación sexual o de religión”: clavados en los jardines o pegados en las vidrieras, a veces escritos en árabe, en español o en coreano, estos carteles adornan numerosas casas y tiendas de Seattle.
En este mes de junio de 2017, período de celebración del Orgullo lésbico, gay, bi, trans y queer (LGBTQ), la bandera arco iris también es muy valorada. Presente en cada esquina, decora el escaparate de la zapatería Doc Martens, que propone una colección especial con los siete colores un poco más cara que las otras. Preside la cima del local de Starbucks y del Space Needle, esa torre en forma de aguja superada por un plato volador, vestigio de la Exposición universal de 1962. Flota incluso frente a la intendencia, justo por debajo de la bandera estrellada...
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