En una India rural que sucumbe bajo la sequía y las deudas y donde los campesinos se suicidan de a miles, las mujeres toman el relevo y habilitan una agricultura solidaria y sustentable.
Mientras las vecinas se instalan a su alrededor, a la sombra de una casita de adobe, Shaila Shikrant, envuelta en un sari naranja, llena cuencos de cereales y de legumbres secas: arroz, trigo, maíz, arvejas, cacahuetes, granos de sésamo, garbanzos, lentejas, fenogreco… Por su sonrisa adivinamos que se trata del fruto de su trabajo. Pero es también el de una pequeña revolución.
Estamos en Masla, un poblado de ochocientas familias en el corazón de Marathwada, en el Estado del Maharashtra, a quinientos kilómetros de la capital, Bombay (Mumbai). La región, que soporta olas de calor extremo, se ha convertido en el epicentro de una grave crisis agrícola: más de seis mil campesinos se suicidaron en el transcurso de los dos últimos años, superados por las sequías sucesivas y por un endeudamiento crónico...
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