Desde la caída de la URSS, la economía cubana nunca terminó de recuperarse y la sociedad se ha estratificado en diversos escalones. Miguel Díaz-Canel, el sucesor de Raúl Castro en la presidencia, deberá garantizar la continuidad de la forma de gobierno, una economía donde aún es decisiva la presencia estatal y un imaginario social que no renuncia al igualitarismo.
En Mantilla, el barrio habanero donde nací y vivo, la existencia cotidiana de la gente marcha con la misma lentitud y prisa de los últimos años. La lentitud tiene que ver con una normalidad pastosa, marcada por la repetición de los acontecimientos, pues por pasar, no pasa nada, o casi nada, y muchas personas se dedican a ver transcurrir los días que le agotan su tiempo de residencia en la tierra. La prisa, aunque resulte paradójico, es hija de esa lentitud: hay que apurarse si llegó picadillo de pollo a un establecimiento o si se están vendiendo huevos por la libre (fuera de la cartilla de racionamiento), pues el picadillo, los huevos y casi todos los demás artículos de consumo a precios asequibles (y consumo es consumo: cosas que masticar y tragar, consumir sin consumismo) se ofertan en cantidades que no satisfacen la demanda de una población que, en su mayor parte, se mueve con recursos económicos limitados, muchas veces insuficientes...
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