Su gran reunión tiene lugar todos los martes en una bella quinta de un barrio selecto de Brasilia. “Es un almuerzo y el menú cambia todas las semanas”, explicó el encargado de comunicación del “grupo parlamentario ruralista”. Por “menú” no hay que entender una sucesión de platos sino de los temas que este lobby de los grandes terratenientes en el Parlamento discute en mesa chica para luego llevarlos al Congreso o al Planalto, el palacio presidencial.
“Es exactamente eso: conversar para decidir con qué salsas se van a comer los derechos de los indios o la reforma agraria”, ironiza Alceu Castilho, responsable de “Una mirada atenta a los ruralistas”, el observatorio de la industria agroalimentaria de Brasil. Desde la llegada a la presidencia de Michel Temer, en 2016, este grupo parlamentario adquirió una influencia inédita. ¿Su virtud? Haber contribuido con la mitad de los votos del Congreso que aprobó la destitución de Dilma Rousseff. Enfrentado a una impopularidad abismal (menos del 5% de los brasileños se declara satisfecho con él), Temer no se podría mantener en el poder sin semejante apoyo. Por otra parte, fue varias veces invitado a los almuerzos de los martes...
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