Las recientes movilizaciones feministas han puesto en cuestión, de manera contundente, una forma de concebir la realidad social discriminatoria y de cuño sexista, que se conecta en la actualidad a formas neoliberales de profunda desigualdad social. Lo anterior, se refleja en cómo es ejercida la violencia física (abuso y acoso sexual, feminicidios), la violencia material (división sexual del trabajo, diferencias salariales, precarización laboral) y la violencia simbólica, entre otras manifestaciones.
Es necesario centrarse en la expresión particular que alcanzó este movimiento que es estudiantil y que se nombra feminista, sus riesgos y desafíos, para sopesar y proyectar su potencialidad, principalmente porque es el feminismo el que se ha puesto en el centro de la discusión. No se trata de un feminismo homogéneo con pretensión universalista, ni de un feminismo que no reconozca sus diferencias, sino que se haga cargo de la interseccionalidad que está en su base; un feminismo anti neoliberal, anticapitalista, anticlasista y antiracista, porque esa es la complejidad de la sociedad que esperamos transformar feministamente. Esto nos sitúa, si miramos agudamente el escenario político en Chile, rápidamente en tensión y distancia a la agenda programática de la derecha en el gobierno y a sus agentes y agentas que hoy livianamente se declaran feministas...
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