El exilio y la solidaridad internacional con la oposición a la dictadura, objeto de numerosos estudios, testimonios y documentales, son hitos bien conocidos del pasado de Chile. Menos atención ha sido prestada, en cambio, a la respuesta que el régimen y sus partidarios articularon para hacerle frente al aislamiento internacional y a la “campaña antichilena” en el exterior.
En esa encrucijada, amplios sectores de la sociedad chilena, consolidaron un conjunto de representaciones sobre Chile y el mundo que persisten hasta hoy. Estas fueron el producto del desencuentro entre el Chile pinochetista y los que consideraba sus referentes naturales en el mundo externo, los países del Occidente “avanzado” que, en la mayoría de los casos (y más allá de los vaivenes de la política estadounidense), se sumaron a esta campaña contra la Junta: una “traición” con que negaron a Chile ciudadanía en ese mismo mundo occidental al cual sentía pertenecer, convirtiéndolo así en un “país paria”. Un problema que se agudizó durante los 80, cuando la injerencia de estos actores externos (desde los partidos socialistas y DC del viejo continente, hasta la misma administración Reagan) se hizo particularmente presente en el escenario nacional, con presiones para facilitar una transición democrática en línea con lo experimentado en el sur de Europa y América latina...
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