Tiemblen, las brujas han vuelto

Desde la llegada al gobierno de Donald Trump en enero de 2017, cada mes, durante la luna menguante, varios miles de brujas juntan sus fuerzas para lanzar un hechizo (binding spell) al presidente con la esperanza de limitar su capacidad dañina. Algunas se encuentran al pie de la Trump Tower en Nueva York; otras ofician en sus casas, ante altares cuyas fotos publican en las redes sociales con las palabras claves #BindTrump y #MagicResistance. El material requerido incluye, además de símbolos de los cuatro elementos y cartas de tarot, un retrato “poco halagador” de Trump y un pedazo de vela naranja. Paralelamente, en ciertos Estados norteamericanos surgieron grupos denominados Witch (“Bruja”), que manifiestan con ropa negra, sombreros puntiagudos y la cara tapada. Militan por la justicia social, contra los asesinatos policiales, contra la política migratoria del gobierno, por los derechos de las personas trans, por el derecho al aborto. “Los fanáticos religiosos estadounidenses crucifican los derechos de las mujeres desde el siglo XVII”, denunciaba una de sus pancartas en Portland, Oregón (Instagram, 7 de septiembre de 2017).

En Francia también, las brujas dan que hablar. En París y en Toulouse, durante las manifestaciones de septiembre de 2017 contra el desguace del código laboral, un Witch Bloc feminista y anarquista marchó con una bandera que decía “Macron al caldero”. En 2015, Isabelle Cambourakis lanzó, dentro de una editorial familiar, una colección feminista llamada “Brujas”; ésta comprendía, en particular, la Guía de feminismo adivinatorio (Guide du féminisme divinatoire, 2018) de Camille Ducellier, directora del documental Brujas, mis hermanas (Sorcières, mes sœurs, Larsens Production, 2010)...