La opción del gobierno chileno de poner todos sus esfuerzos en fortalecer la Alianza del Pacífico y priorizar su participación en este foro internacional que integran además Colombia, Perú y México, al que prontamente se sumará Ecuador, supone un distanciamiento del resto de los países del continente. La decisión de la diplomacia chilena -con énfasis en los intercambios comerciales y de servicios, además de la circulación de capitales- conlleva riesgos.
Por lo pronto desarma instancias de diálogo político, necesarias para hacer frente a dificultades o crisis que no se resuelven con más negocios. Ese papel lo cumplía la ahora desfalleciente Unasur, un espacio que jugó un papel destacado en frenar un golpe de Estado en Bolivia, denunciar los atropellos a los derechos humanos tras la crisis de Honduras o en la estabilización de Paraguay. La polarización inyectada en todo el continente sobre las características del proceso de Venezuela, junto a la fuerte caída de los precios de los recursos básicos, terminaron por echar por la borda iniciativas que buscaban la integración económica regional, como el ALBA, el Mercosur y Celac...
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