En Moscú, este verano, el Centro Panruso de Exposiciones (antiguamente Parque de Exposición de las Realizaciones de la Economía Nacional, VDNKh) recuperó los aires de ícono turístico que exhibía durante su edad de oro soviética. Vitrina de los orgullos nacionales, el parque es un lugar central de representación del poderío ruso. Construido en 1934, celebró en primer lugar la colectivización de la agricultura. En los años 1960, se podían admirar allí los logros tecnológicos e industriales de la economía soviética. Con el colapso de la Unión Soviética, el parque se desintegró. La obra maestra de la exposición, el pabellón del Cosmos, fue vaciada para dar lugar a un mercado, símbolo de los años 1990, marcados por la privatización de la economía.
Pero en 2014, por iniciativa del intendente de Moscú, el parque recobra su prestigio con la adopción de un plan de desarrollo de envergadura que comprende la restauración de treinta y siete pabellones y la apertura de once nuevos museos. Cuatro años más tarde, la multitud de visitantes que llegaron para el Mundial de Fútbol puede así deambular entre la célebre estatua El obrero y la koljosiana, concebida en 1937 por la artista Vera Mujina, emblema de la sociedad bolchevique, y la exposición “Rusia, mi historia”, preparada por el Consejo Cultural del Patriarcado de la Iglesia Ortodoxa. Dentro de la exposición, el público circula entre hologramas y pantallas interactivas que reconstituyen la historia zarista, mientras que las paredes se encuentran tapizadas con citas de pensadores eslavófilos, eurasiatistas o cristianos. Todo al servicio de un mensaje claro, apoyado por una declaración del presidente Vladimir Putin: “Es la ortodoxia la que le dio a Rusia un impulso poderoso hacia el desarrollo, el despliegue de la cultura, de la educación y de las Luces”...
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