La Ciudad de Juárez, del estado mexicano de Chihuahua, ubicada justo en la frontera con los Estados Unidos, es una de las localidades con mayor índice de feminicidios en América. Desde el año 1993, comenzaron a hacerse más visibles y recurrentes los asesinatos de mujeres, marcando un hito el hallazgo en 1995 de ocho cuerpos en un terreno baldío, fecha desde la que, hasta la actualidad, no ha habido sino un incremento de las cifras de asesinatos, que suman más de 1.600 feminicidios hasta el 2017. En este contexto, sorprenden tanto la impunidad de los asesinos como la crueldad de los homicidios: violación, estrangulamiento, mutilación, entre otros. Si bien no tan cuantiosos, pero igualmente aberrantes, son los feminicidios que se pueden rastrear en Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Brasil, Venezuela y tantos otros países, en los que cientos de mujeres fueron incapaces de soslayar, no solo la muerte, sino que muchas veces también el abuso sexual y el ensañamiento contra sus cuerpos.
Igualmente desgarrador, resultan las cifras de niñas y jóvenes embarazadas en Guatemala, en donde este fenómeno ha ido creciendo hasta alcanzar este 2018 el número de 1.186 infantes embarazadas de entre 10 y 16 años (1). Detrás de estas cifras existe un trasfondo desolador de pobreza, marginalidad, violaciones, incesto y deficientes políticas públicas de salud, que terminan por anular las infancias de las víctimas...
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