Público o privado, local o nacional, individual o sectorial, un sistema de evaluación llamado “crédito social” se despliega en China. En el origen imitaba el sistema estadounidense, que atribuye una buena nota a los que pagaban sus préstamos puntualmente y hasta el último centavo. Luego se extendió a los datos más personales. Reportaje en Hangzhou, sede de la empresa Alibaba, y en las campiñas de Shandong, donde funcionarios de la evaluación trastornan las relaciones sociales.
La escena se desarrolla cerca de la entrada anexa del Hospital del Pueblo Nº 1 de Hangzhou, al sur de Shanghai, en la provincia de Zhejiang. La calle está tranquila. Una mujer mayor está de plantón en una vereda separada de la calzada por una pequeña barrera que le llega a las rodillas. Parece esperar un taxi. Los badenes se suceden unos tras otros y los autos, como esa vagoneta alemana, van al paso. De pronto, la mujer sortea la barrera, baja de la vereda, se inclina sobre el capó y luego salta como una cabra antes de sentarse en el suelo, con los brazos cruzados. El joven conductor sale de su vehículo y se acerca, preocupado. Le sigue una hora de discusiones, en presencia de enfermeros pensativos y de un policía que pasaba por ahí, hasta la negociación de una indemnización compensatoria...
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