El racismo, la aporofobia, la xenofobia, el miedo al otro, es un germen que va contaminando la política chilena hasta la deshumanización de la vida. Es cada vez más claro el desprecio que la derecha e importantes sectores de la Nueva Mayoría, sienten por todo aquello que interpela los imaginarios dominantes de la chilenidad neoliberal. El Chile profundo, de indígenas, empobrecidos y migrantes, se ha configurado en la antípoda del sueño civilizatorio de una elite endogámica, que ha devenido en casta. Y como casta gobiernan.
La negativa del gobierno a firmar el Pacto Migratorio de la ONU es una muestra elocuente de al menos dos cosas: improvisación y deshumanidad. El gobierno de Sebastián Piñera, improvisando luego de un mes en el que la brújula se le extravió, precisamente por avanzar en lo represivo contra el pueblo mapuche, no vio nada mejor que profundizar su política anti-migratoria. Ahora bien, esta fórmula de atraer políticamente a sectores dubitativos mediante un eje de cierta cohesión, como lo es el tema migratorio, no es más que otro sedimento de un quehacer que ya es sistemático: negar los derechos a las personas en movimiento.
Sebastián Piñera, desde la campaña presidencial, prometió pomposamente una política de proteccionismo de las fronteras nacionales ante determinados migrantes, los de aquellos venidos de países empobrecidos y racializados. En ese contexto, la frase “ordenar la casa” se configuró en una que, de algún modo, le genera ciertos réditos políticos en las encuestas...
Texto completo en la edición impresa del mes de enero 2019
en venta en quioscos y en versión digital
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
Adquiera los periódicos y libros digitales en:
www.editorialauncreemos.cl