El Rusiagate, un regalo de los demócratas a Trump

La campaña presidencial estadounidense para 2020 ya está lanzada. Entre los demócratas, un sector se obstina en reclamar la destitución de Trump por obstrucción a la justicia. Otros estiman que el Informe Mueller dio por tierra con esta estrategia y que es hora de ocuparse de las ruinosas decisiones políticas del Presidente.

El informe del procurador especial Robert Mueller no da lugar a equívocos: rechaza radicalmente la teoría conspirativa que asimila a Donald Trump a una marioneta de Rusia. No existe ninguna prueba de una colusión entre Moscú y el campo republicano con miras a piratear los correos electrónicos del equipo de campaña de Hillary Clinton en 2016. No hay nada que corrobore las acusaciones de relaciones entre diversos consejeros de Trump y personalidades, rusas o no, presentadas como delegados del Kremlin.

En su informe, Mueller niega la significación de cada una de las pruebas que debían apuntalar la tesis del complot ruso: el encuentro en la Trump Tower en junio de 2016; los esfuerzos (vanos) para construir una Trump Tower en Moscú; el rechazo de una enmienda relativa a Ucrania en la plataforma republicana de 2016; la colaboración entre Paul Manafort, el director de campaña del multimillonario, y Konstantin Kilimnik, un consultor político; las conversaciones (grabadas) del ex teniente general Michael Flynn, apoyo de Trump, con el embajador de Rusia; y muchos otros más… De ahí la conclusión de Mueller: “En definitiva, las investigaciones no establecieron que el equipo de campaña [de Trump] se haya coordinado o haya conspirado con el gobierno ruso en el marco de actividades que apuntaran a interferir en las elecciones”. Este guion, por lo tanto, estaba montado de punta a cabo; no se llevará a cabo ningún proceso contra un ciudadano estadounidense por conspiración con Rusia en el escrutinio presidencial de 2016...