El pasado 15 de abril la catedral de Notre Dame de París sufrió graves daños producto de un incendio devastador cuyas causas aún se ignoran. Benoît Duteurtre, reconocido escritor francés, relata, con un dejo de nostalgia, la vida del barrio que lo vio nacer.
Una noche tuve el placer de subir por una escalera de piedra hasta el órgano de Notre Dame, donde el organista y compositor Thierry Escaich iba a dar un concierto. Nos reunimos con unos amigos para el ensayo y pasamos dos horas bajo esta inmensa bóveda, solos en la catedral después de la hora de cierre. Thierry tocaba, improvisaba en este extraordinario instrumento diseñado por el genial Aristide Cavaillé-Coll, y yo contemplaba las galerías que dominan la nave con la deliciosa impresión de encontrarme al mismo tiempo con el mundo medieval, la historia religiosa, literaria (Quasimodo tenía que esconderse en algún lugar) y la musical, tan presente en esta iglesia donde un día de 1937 murió el famoso Louis Vierne mientras tocaba en este mismo órgano.
Habiendo vivido en la isla de la Cité durante treinta años, siempre he tenido la impresión de habitar en el “quartier de Notre Dame”, y a menudo me he detenido en la catedral para disfrutar la penumbra, el espacio y los perfumes del incienso. Los muchos turistas no impedían, entonces, deambular de una capilla a la otra frente a una variedad de pinturas y objetos religiosos, de velas portadoras de su mensaje de fe o superstición...
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