Numerosas son las declaraciones, columnas de opinión y artículos, que emanaron como reacción al proceso de reforma curricular que elimina la Historia del plan obligatorio para 3º y 4º medios. La mayoría fue escrita por historiadores que se “enteraron por la prensa” del cambio curricular y salieron a la defensa de una disciplina, de un área del conocimiento, de un conjunto de saberes necesarios para nuestra vida en comunidad.
En la defensa hubo que reactualizar viejas preguntas: ¿Por qué y para qué la Historia?. En una sociedad “presentista”, instantánea, en la que han mutado las concepciones de espacio y donde la liquidez, el flujo y las conexiones en red son parte de la cotidianeidad de nuestra experiencia, esas preguntas requieren de redefiniciones.
En una época de transformación del Estado-nación, en la que los procesos de tránsito dividen a la población en “vagabundos” y “turistas” (Bauman, 1999), por cierto que la Historia de tinte nacionalista, ha ido perdiendo sentido. Las fechas emblemáticas, los héroes nacionales y las conmemoraciones de guerras ganadas o perdidas, se contraponen a una vida social diversa y heterogénea. El objetivo más tradicional de la enseñanza de la Historia en las escuelas, aquella de corte positivista, que buscaba la construcción de lazos de identidad nacional asociada a los espacios del Estado-nación, fue quedando obsoleta...
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