Por las calles de Orán pasa un auto, con las ventanillas bajas, que deja escuchar una canción de raï a todo volumen. Dice: “Me amas, OK bebé / simulo creerte, mi amor / mi corazón me dice que te ame, pero sé que eres malo”. Para el joven que maneja el auto, y dice ser heterosexual, la orientación sexual de Sheikh Mamidou, que trasluce a través de las letras de sus canciones y de su apariencia física, no es un problema. “Es normal. La música está buena, eso es lo importante, ¿no?”, dice. Se sabe que algunos cantantes tienen hábitos particulares, pero esto forma parte del folclor de los cabarets y boliches de raï conocidos por ser lugares donde el alcohol se codea con la prostitución y la homosexualidad, y que son tolerados mientras se mantengan al margen de la buena sociedad.
Todo el mundo sabe que la homosexualidad existe, pero los gays deben mantenerse aislados en el medio que se les asigna, y la gente prefiere evitar abordar el tema. La sociedad argelina es fuertemente heteronormativa: la familia, la escuela, la religión y la ley, son todas instituciones que inculcan desde la cuna a los chicos y chicas la obligación de adaptarse a la norma, pues el matrimonio y la procreación son percibidos como la realización de una vida adulta. La homosexualidad, cuando es evocada, se presenta como una patología que exige la intervención de un psiquiatra, o del imam. También se suele señalar a Occidente como exportador de una “identidad gay” desconocida en Argelia, a riesgo de alimentar la homofobia de las autoridades y de los sectores más conservadores de la población. Así, en julio de 2018, una parte de la prensa arabófona denunció el hecho de que la Embajada del Reino Unido en Argelia hubiera izado la bandera LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero) para celebrar la organización de una marcha del orgullo en Londres.
La herida de la discriminación
La mayoría de los gays que colaboraron con nuestra investigación declaran que, durante su adolescencia, se sintieron solos en el mundo. Cuando experimentaron por primera vez el deseo por un hombre, o después de su primera experiencia sexual, creyeron que eran una anomalía de la naturaleza. Porque, hasta los años 90, todavía no se hablaba de homosexualidad, y menos aun a los adolescentes.
Originario de Mostaganem (Oeste), Slimane, de 35 años de edad, vive en Argel. Es abogado y tiene el proyecto de irse a vivir a España con su pareja. Se expresa en un francés perfecto, analiza de manera muy lúcida las razones por las cuales experimentó una sensación de aislamiento durante su adolescencia: “Como no tenemos otros ejemplos de homosexuales, tenemos el sentimiento de ser los únicos; entonces, da miedo. Y en un primer momento, durante las primeras relaciones sexuales, adoptaba todo el tiempo un rol pasivo, entonces, en eso también era diferente: mis parejas representaban la normalidad, en cierto sentido, y yo, era diferente incluso en eso”. Sólo mucho más tarde, y gracias a los canales de televisión occidentales, Slimane accedió a un discurso sobre la sexualidad que le permitió comprender mejor su deseo. “También tenía un sentimiento de culpabilidad. Pensaba que era antinatural, que eso no era normal. Se hacía a escondidas, y eso quería decir que estaba prohibido. Lo hacíamos, y después, nunca más se hablaba de eso”, agrega.
Pero, ¿qué palabras se usan para hablar del deseo homosexual en el contexto norafricano? Según Mariem Guellouz, doctora en lingüística, “todos los términos para decir la homosexualidad en árabe conllevan una carga semántica negativa, es decir, que la lengua misma, en su propio sistema, lleva la herida de la discriminación. La lengua no sería sólo un signo de la homofobia, sino que ella misma es homófoba (2)”. Por ejemplo, un homosexual puede ser ridiculizado a través de un nombre femenino o ser tratado de attay, una injuria que significa literalmente “el que da”. Cuando el insulto es la única palabra para pensarse a sí mismo, suele ser doloroso construirse durante la adolescencia. Para las jóvenes generaciones, nacidas después de los años negros de la guerra civil (1992-2000), en la era de Internet y de la televisión por cable, la situación es muy diferente. Los nuevos medios, a los cuales están constantemente conectados, les ofrecen un discurso que no es culpabilizante y modelos positivos. “Marco, el personaje de Degrassi [serie canadiense que aborda de manera realista las cuestiones y problemas de la adolescencia], me cambió la vida: entendí (…)
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